La brisa en el rostro. El olor característico del mar. ¿Oyes eso? Son gaviotas. Si escuchas con un poco más de atención, descubrirás que también hay otros pájaros. Las olas que te salpican el rostro, los brazos y las piernas desnudas. Las piedras que se clavan en la planta del pié a cada paso. El regusto del agua salada en el paladar. Subir hasta el punto más alto y tratar de alcanzar con la vista el final del horizonte.
Es agotador. Quién pudiese quedarse en casa un ratito.