Sí, lo sé, llego tarde. Pero no vas a creerte lo que me ha pasado. Yo salía de casa, iba bien de tiempo, te lo juro. No me había dejado la olla al fuego, ni me había olvidado la tarjeta del autobús, ni había salido con un calcetín de cada color. Tienes razón, una vez salí de casa con un zapato distinto en cada pie, pero no me interrumpas. El caso es que yo salía del portal cuando, de repente, me he chocado con un zanco. ¿Te lo puedes creer? He tardado un momento en darme cuenta de lo que era. Al principio he pensado que era un palo que se había olvidado alguien allí, en la acera, pero de repente se ha movido y, al levantar la cabeza, he descubierto que había alguien encima. ¡Qué susto, ni te lo imaginas! Y, para colmo, el de los zancos no estaba solo, había cuatro, o cinco más. Pero, espera, que falta lo mejor: llevaban una estrella gigante sobre ellos, una estrella de proporciones bíblicas. Estaba alucinada, mirándola, cuando el que parecía el jefe me ha preguntado que por dónde caía Sos del Rey Católico. Sí, yo he pensado lo mismo, hasta se lo he dicho, que si no tendrían que ir a Belén en vez de a Sos. ¿Sabes qué han hecho? ¡Se han partido de risa! ¡Como si les hubiese contado un chiste! Se han reído tanto que casi se caen de los zancos. Y va uno y me responde que a ver si pienso que sólo hay una estrella. Que hay millones y que debería mirar más al cielo. Para ver las estrellas y para no irme chocando con la gente que camina sobre zancos. Una locura. Anda, vamos a merendar algo, que me muero de hambre.