– ¿Dónde cree que va?
– Disculpe, pero tengo una reserva.
– ¡Todos tenemos reserva! – Había gritado una mujer a mis espaldas, dándome un empujón. – ¡Póngase a la fila!
– No se lo tome como algo personal, – me había dicho un señor, tocándome el hombro, cuando me dirigía al final de la cola. – Le habla así a todo el mundo.
– Gracias. ¿Sabe si hay que esperar mucho?
– A nosotros nos han dicho que, si nos sentábamos en la terraza, nos atenderían antes. Ya sé que hace frío, pero hemos pensado que merece la pena.
– Lo malo, – había añadido una mujer, también sentada en una de las mesas exteriores. – Es que llevamos aquí media hora y todavía no nos han sacado la carta.
– ¡Madre mía! – Había exclamado, asustada. – No tenía ni idea de que este restaurante se pusiera así.
– Ay, amiga, – había sonreído la chica que me precedía en la fila. – ¡Es que aquí se come de película!