¿Otra vez macarrones para cenar? Estiras el cuello lo suficiente para confirmar que es así. El plato rebosa macarrones gratinados nadando sobre una balsa de tomate y aceite. Tienes que comer. Venga, prueba un poco, te dice tu madre que, de repente es dos palmos más alta que tú. Si fuera por ti estarías todo el día comiendo guarradas, añade tu padre, que vuelve a tener pelo. Pero yo quiero acelgas, te quejas. Acercas el tenedor al plato con torpeza, como si estuvieras aprendiendo. Miras desde abajo a tus padres. ¿Cuándo me daréis verdura? El domingo, en casa de los abuelos. Pero te tienes que comer los macarrones. Miras el plato con nuevos ojos y lo atacas con una sonrisa. Por nada del mundo te perderías ver a tus abuelos de nuevo.