Mi prima, en cuanto empezó la cuarentena, se fue a comprar un perro. Desde entonces nos llena el chat familiar de fotos del chucho y de ella en la calle a todas horas, debe de ser el perro más paseado de todo Madrid. A mí no me engaña, que ese animal es adoptado. Ni raza, ni pedigrí ni nada. Seguro que lo ha conseguido en la perrera municipal, con ese pelo estropajoso y aspecto de bicho apaleado. Yo no iba a ser menos que mi prima, que siempre anda presumiendo porque vive en la capital, y me he comprado un caballo. ¡Buena soy yo! Así que aquí estoy, todo el día trotando monte arriba monte abajo, con miedo a que me pille la Guardia Civil. Me duele el culo de tanto cabalgar y el otro día casi me descalabro haciéndome un selfie para mandar al chat de la familia, pero da igual. En épocas difíciles todos tenemos que arrimar el hombro.