Querido diario:
Hoy me he levantado a la misma hora de todas las mañanas. Me he duchado, he desayunado y después me he lavado los dientes, porque hacerlo en el orden contrario no tiene sentido para mí.
He escrito en mi ordenador. Muchas palabras, una detrás de otra. No sé si tienen sentido o no, pero no estamos como para ponernos sibaritas.
He bajado la basura. Para la ocasión me he puesto el chubasquero y las botas de agua. Después, como no había moros en la costa, he dado la vuelta a la manzana. Ha sido un paseo de trescientos metros, pero ¡Qué paseo! El aire entraba con fuerza por mis fosas nasales hasta mis pulmones y mis músculos agarrotados se estiraban a cada paso. Hasta el reloj, que llevaba todo el día diciéndome “hora de moverse” ha dejado de vibrar.
Ahora, con la cocina limpia y todo recogido, y después de comerme el segundo pan de leche del día, pienso. ¿Qué me deparará el día de mañana?
Buenas noches, querido diario.
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