Me siento como una abuelita. Y mira que intento moverme todo lo que puedo. Para empezar, ando de un lado a otro de la casa con energía —la alternativa sería arrastrarme, pero implicaría perder la poca dignidad que me queda. — También hago ejercicio por las mañanas, o ejersisio, como dice J2. Lo hago en el balcón antes de que los vecinos se levanten, intentando burlar la vigilancia de mi espía particular. Tendríais que verme, dando saltos de un lado para otro. Es un espectáculo dantesco. Después está el tema de la comida. He progresado mucho: ahora las tabletas de chocolate duran un par de días y no he caído en la tentación de unirme al club de los que hacen repostería, lo que no está nada mal. No nos olvidemos de J2, a la que hay que poner boca abajo, después boca arriba, ahora en brazos, a continuación a corderetas y vuelta a empezar. Y, ¿qué me decís de los aplausos? Las 8 es la hora de ejercitar el tren superior. Nunca se ha visto ejercicio tan completo.
Dicen que la báscula no engaña, pero yo no estoy tan segura. Me miro al espejo mientras limpio el polvo y me veo estupenda. Tanto, que me lanzo a limpiar el espejo con brío, lo que hace que me de un tirón en el hombro. Ríete del ultra running, del parkour y del wingsuit. La cuarentena es el nuevo deporte extremo.
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