Salgo a aplaudir, más por costumbre que por convicción. Plasplasplas, cada vez somos menos los asomados a los balcones y el aplauso es cada vez más corto. El único que no falla es el dj, aunque desde que el otro día puso medio disco de El canto del loco creo que está perdiendo la ilusión.
De repente, J1 me da un codazo. ¡Mira! Exclama, y señala con el dedo un par de casas más allá. Levanto la vista de la vecina de enfrente, una señora en bata que sonríe mucho y que me habla sin entenderla. J1 señala al tejado y, cuando diviso el motivo del codazo, me quedo impresionada.
Al borde del tejado hay un hombre con los brazos en jarra. Un hombre robusto, por no decir otra cosa, que, venciendo al vértigo, se asoma hacia la calle. ¡Es Batman! Exclamo, supongo que por eso de añadirle un podo de épica al momento. En ese instante, Batman aparta los brazos de su cintura, o de lo que queda de ella, y, despacio pero con decisión, empieza a aplaudir. Sin poder evitarlo, aplaudo un poco más fuerte. Después, gira sobre sí mismo y, con elegancia, recorre el tejado de vuelta al terrado.
Batman nos vigila, pienso, emocionada. Podemos estar tranquilos.
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