Tras unas cuantas llamadas, de horas colgada al teléfono escuchando una musiquita irritante, lloros en hombros ajenos y un montón de mensajes colgados en un foro, me detengo unos instantes y me pregunto: ¿Por qué el destino es tan cruel? ¿Qué hice mal? ¿Por qué tenía que contratar la fibra con Movistar?
Sí, yo también grabé, con voz seria y cuidando mucho lo que decía, mi voz en un contestador. Creí, como la señorita sudamericana me prometió, que se trataba de un contrato. Me felicité incluso para mis adentros, orgullosa de haber sabido sortear los servicios que intentaban colarme como quien no quiere la cosa. No. No. No. A todo me negué y colgué satisfecha por haberme dado de alta en apenas 5 minutos.
No había posibilidad de error.
Salvo que alguien quisiera equivocarse, claro.
Después de más de un mes de trámites, vuelvo la vista atrás y pienso que debería estar orgullosa de lo conseguido. Desde la primera operadora, que me dijo que yo tenía un contrato con Yoigo, hasta ahora que por fin he logrado, aparentemente, que me pongan la tarifa que contraté, ha llovido mucho. De hecho, ha llovido tanto que estoy calada de los pies a la cabeza. Unas dulces y sugerentes voces, en forma de «cierre el hilo si ya hemos solucionado su queja» me empujan a olvidarme del tema, a cerrar los ojos y a navegar plácidamente por internet con los megas que pago.
Lo haría, si no fuera porque, por el camino, me he ido armando de botas de agua, de chubasquero y de un paraguas gigante. Eso no lo sabe el moderador que ha tardado cuatro mensajes en darme una respuesta a qué va a pasar con el dinero que me han cobrado de más. Ni el departamento de Telefónica que respondió, de forma objetiva y desinteresada, a su reclamación contra ellos mismos, denegándola. Ahora me sugieren dirigirme al Defensor del Cliente, que según ellos es un organismo independiente aunque, qué queréis que os diga, estos colores y esta tipografía me suenan de algo.
Yo, como Asterix y Obelix en la Casa de los Locos, ya no sé si subo o si bajo, pero allí que voy. Y no pienso irme sin mi forma A38.