Semanas del 25 de diciembre al 7 de enero

El regalo de Amazon no llegaba a tiempo.

Había cola en la sección de juguetes de El Corte Inglés.

No encontraba la muñeca en la tienda.

Yo este año les he dado dinero para que sus padres le compren lo que quiera.

Mantener el secreto de la Navidad intacto es como caminar por un campo de minas. 

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En el mostrador de facturación nos dicen que el carro de A tendrá que ir en bodega. Pero es una pieza de equipaje de mano, respondemos, y comenzamos a enumerar la normativa al respecto. En ese caso, pregunten al personal de embarque.

Al llegar a la puerta de embarque la persona que hay allí nos dice que tenemos que facturar el carro. Repetimos la explicación. Preguntad al personal de pista, responde, encogiéndose de hombros.

Cuando el personal de pista se acerca a nosotros a los pies del avión repetimos la historia por tercera vez. Cada vez más perfeccionada, en versión 3.0. De acuerdo, nos dice un hombre con unos cascos, un chaleco y una carpeta entre las manos. Podéis preguntar al personal de cabina, a ver qué os dicen. 

La azafata nos mira aburrida mientras le explicamos toda la historia del carro. Yo no he visto nada, responde, cortando el final de la frase. 

Y éste es un ejemplo perfecto de cómo las cosas se solucionan, muchas veces, por puro aburrimiento.

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Hola, ya hemos llegado. Todo está fenomenal pero no hay casi vasos ni platos y somos cuatro personas. Tres días después, cuando regresamos por la noche al apartamento en la que será nuestra última cena en la ciudad, un único plato verde nos espera sobre la mesa. Problema resuelto.

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Oporto se cae en pedazos pero qué hermosas son esas baldosas medio rotas, las fachadas apuntaladas, los edificios abandonados con letreros de otra época.

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Compro dulces como si fuera una maestra pastelera. Pão de Ló. Croissants. Pastéis de nata. Rebanadas. Bolachas de batata. Bolo do rei. Probaría toda esa pastelería amarilla y reluciente. Me comería Portugal entera.

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Observo todo con atención, pero mi cerebro también está de vacaciones y no soy capaz de escribir más que sobre obviedades: la espera en la Torre dos Clérigos junto a un grupo de amigos franceses cuyos niños son peligrosamente iguales entre ellos. La talla de madera de Cristo ensangrentado que da miedo a J2 en la Iglesia do Carmo hasta el punto de salir huyendo. Mi odio profundo a los turistas japoneses.

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La ciudad es un cielo gris. Los charcos se forman entre los huecos de los adoquines. Las luces de navidad se reflejan en el agua y crean destellos rojos y verdes. La niebla asciende desde el río y se confunde con el humo de un puesto de castañas.

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Una mujer se ha hecho fuerte en una de las vallas de la cabalgata de reyes. A su lado, un niño que no llega al metro de altura mira hacia todos los lados, despistado. J2 y L se colocan a su lado, se agarran a la valla metálica. ¡Te dije que no te movieras ni un centímetro! Grita nerviosa la mujer a su hijo. ¡Ahora no cabrá Arantxa! Los minutos pasan, la gente se va arremolinando para ver la cabalgata. ¡Arantxa no va a tener espacio! Exclama, sin mirar a nadie en concreto, como si la multitud fuera a recoger su queja. Finalmente empieza la cabalgata, pasan los figurantes, los Reyes Magos, la muchedumbre se disuelve. Ni rastro de Arantxa. Me temo que no existe.

En la foto, Oporto, el Douro y las casas más enteras de toda la ciudad.

Semana del 18 al 24 de diciembre

¿Sabéis esas películas de asesinos en serie en las que un corcho preside la pared del despacho del jefe de policía? El corcho está lleno de fotografías de sospechosos, recortes de periódico y objetos diversos, y en él existen múltiples líneas que enlazan los distintos puntos en todas las direcciones.

Una tontería al lado de la lista de los regalos de navidad de mis hijas y de a qué familiar le corresponde cada uno.

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El último reto del cole es que J2 se haga una foto en el Alma del Ebro. Me encanta esa escultura pero está muy lejos de casa, hace frío y estamos fuera el fin de semana, con lo que las oportunidades para ir son muy pocas. Así que opto por enviar una foto de la primavera pasada, de un día que hacía frío, esperando que no se noten las diferencias. 

Le he dicho a L que en esa foto tenía 2 años, me dice J2 tranquilamente en la merienda, mientras unta galletas en la leche. Ahora tiene 5. No intentéis que un niño mienta por vosotros. 

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“Disculpa que te envíe un correo electrónico a estas horas”.

Firmado: alumno que cree que vivo actualizando el correo electrónico 24 horas al día, ansiosa por responder a tiempo real.

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Saco la libreta. Cerca de mí, A ronca. Abro la libreta. A se mueve, estira los brazos. Para cuando he quitado el tapón al bolígrafo ella ya ha abierto los ojos de par en par. Y así siempre. 

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La profesora de J2 pide familias voluntarias para participar en un taller navideño. J1 y yo nos ofrecemos para ir. Solo puede ir uno, responde. Perdona, es que en tu mensaje hablabas de familias. Pero es que si venís los dos no caben más padres. Ya, pero nos hemos ofrecido porque has escrito que podían participar las familias. Sí, así es. Venid solo uno.

¿Sigo insistiendo en que debería haber especificado que lo que quería era un único miembro del núcleo familiar? Me pregunta J1, que empieza a divertirse con esa conversación absurda. Déjalo ya, respondo, sintiéndome magnánima. Sacar a la profesora de ese bucle es mi buena obra del día.

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Hablando de conversaciones absurdas. Una vez fui a ver a Faemino y Cansado. Los espectadores de la fila de detrás lloraban de la risa. La pareja de delante se miraba en los momentos de más hilaridad y negaban con la cabeza, arrugando la nariz. Las dos Españas, si me preguntan.

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Vamos a una juguetería. Cada vez que elegimos un regalo, J1 lo asigna en voz alta. Éste lo traerán los Reyes. Éste, lo cagará el tió. Veo como una niña de unos 6-7 años se acerca por el pasillo y mi cabeza comienza a funcionar a toda velocidad. Cuando J1 selecciona un nuevo regalo de las estanterías noto cómo todos mis músculos se tensan y el corazón bombea a toda velocidad. Y éste… Éste, interrumpo, tratando de sonar neutral, será para el cumpleaños de A. J1 me mira extrañado y la niña sigue su camino tranquilamente, sin que haya notado nada.

Y así se salva el espíritu de la Navidad.

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En la foto una bonita estampa del banco de imágenes para desear a todos feliz Navidad (Photo by Pixabay on Pexels.com)
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