A las 19.58 empiezan los aplausos. Siempre hay alguien que tiene prisa. Poco a poco se va sumando más gente, hasta que a las ocho todo el mundo aparece. Para pocas cosas han sido los españoles tan puntuales.
Mi vecino del tercero intercambia aplausos con el del segundo, como si se felicitaran el uno al otro por algo que el resto desconocemos. Es bastante siniestro.
El matrimonio de la casa de enfrente sale apenas un segundo. Dentro, sus dos niños permanecen sentados con los ojos clavados en el televisor. Después vuelven a entrar empujándose el uno al otro, como si tuvieran mucho frío.
Las erasmus italianas hacen vídeos. Todos los días. Todo el tiempo. Me imagino la emoción diaria de sus familiares viendo a una panda de españoles cualquiera aplaudiendo.
El vecino que aplaude en el piso de debajo de las italianas grita muy fuerte. ¡Vamos! ¡Somos los mejores! Me recuerda a Rafa Nadal.
Alguien pone música. Aprovecha para ponerla durante un buen rato, alargando la fiesta todo lo que puede. Su gusto ecléctico recorre desde ACDC hasta La puerta de Alcalá. Ya estamos terminando de cenar cuando resuena We are the champions. Nunca una cena tuvo un final tan épico.
*Bonus track: punto para aquel que averigüe de qué película proviene el título del día de hoy.
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