Paso toda la mañana en casa. El tiempo discurre más rápido que otros días y parece que nos hemos adaptado a la rutina.
A última hora de la tarde, no desaprovecho la oportunidad de salir de casa. Por la calle apenas hay gente. Algunas personas solitarias caminan presurosas, y el autobús pasa vacío y sin detenerse en la parada. Cuando entro en la farmacia, siento como si hubiese entrado en una película. La farmacéutica me atiende desde detrás de un plástico que aísla totalmente la tienda. Lleva guantes y mascarilla, como si en vez de saliva tuviera una ametralladora que pudiera perforar la barrera. Para colmo, la crema que quiero está en mi lado de la tienda, y durante veinte segundos jugamos al un poco más arriba, no, no, a la izquierda, hasta que mi dificultad derecha-izquierda y yo encontramos el producto. Tú has visto E.T., ¿verdad? Le espeto a la farmacéutica, incapaz de contenerme, cuando me cobra pasándome el datáfono a través de una bandeja. Ríe nerviosa, pero no responde, y yo huyo de ese lugar envuelto en plástico en el que, en cualquier momento, aparecerá un extraterrestre en una camilla.
#cuarentena #covid-19
Un comentario en “Día 3. Mi casa. Teléfono”