La desolación nórdica

Esta mañana me he puesto los leotardos debajo de los vaqueros. Una camiseta de tirantes, una camiseta térmica de manga larga y otra de algodón encima. Una sudadera y la cazadora de cuero. En cuanto he bajado del autobús, he sentido cómo el frío me calaba los huesos. Algo no iba bien.

Probablemente son demasiados cambios en poco tiempo. En menos de dos semanas he pasado del ajetreo de NYC, al tranquilo sofoco zaragozano y, ahora, a la fría desolación nórdica. Hay una parte de mí que se resiste a aceptar esta nueva realidad. No sé qué es más difícil: el frío, la nieve en pleno mes de julio o esos paisajes infinitos en los que no se ve un alma. Espero que el agua que surca las rocas me eche una mano. Que los paseos por el monte, los lagos en los que se reflejan las montañas y las casas de madera con sus plantas en las ventanas, me reconcilien con esta desolación. No hay muchas más opciones. Como dijo el guía el primer día, aquí, en Noruega, es lo que hay.

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Norway

Autor: Isabel

Soy Isabel. A veces escribo. Hoy es una de esas veces.

2 opiniones en “La desolación nórdica”

  1. Artista! Qué bonito tiene que ser eso. Sí, desolador. Pero los viajes que molan son aquellos en los que vemos cosas muy diferentes, y así a la vuelta vemos con otros ojos nuestra rutina. Disfruta.

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